¿Qué entendemos por producir cultura?
Nuestro punto de partida es la idea de que la palabra cultura se refiere a un aspecto de la naturaleza humana relacionado con la forma de funcionar y convivir como sociedades.
Se puede aplicar a muchos niveles: a un pueblo, una nación, clases sociales, grupos que se juntan voluntariamente… Lo importante es que compartan una convivencia en un lugar y tiempo concreto.
Vemos que toda cultura tiene una filosofía o manera de pensar, tiene un sentido ético-moral, tiene una manera de vivir que se expresa en hábitos, entendiendo los hábitos como formas de hacer, de sentir, de pensar, de comer, de relacionarnos, construir, hacer política, educarnos… hasta de enfrentar la muerte.
Entonces como producir cultura entendemos un trabajo que transforme nuestras maneras de pensar y valorar para transformar nuestras formas de hacer. Como eje de dirección cogemos de punto de partida las culturas actuales de la muerte y como horizonte el impulso de culturas de la vida.
Una cultura de la muerte
Estamos en un momento en el que parece que la humanidad es algo espantoso que destruye tanto a sus congéneres como a la naturaleza. De hecho muchos afirman que esta destrucción es consecuencia de la naturaleza humana misma.
Nosotros diferimos. Creemos que esta destrucción en gran parte es resultado de lo que se puede describir como cultura de la muerte, patrones culturales dañinos que dominan en este momento histórico.
Observamos que en estas culturas hay conceptos dañinos que estructuran toda la sociedad, desde la percepción individual, pasando por la educación hasta las estructuras institucionales, de una manera que el resultado práctico es sufrimiento y muerte.
Un ejemplo de esto es la idea de que «el bienestar de unos se logra a base de que otros no estén bien». Esto lleva a poner en valor conceptos como «el primero», «el mejor», «el único», «el útil», «la excelencia», «el triunfo»… todos ideas que ponen a la otra persona en un rol de enemigo o opositor al que «hay que ganarle» o «someter». A nivel práctico esto lleva a la normalización de la competividad, del enfrentamiento, y de la explotación, ya que, «para que yo este bien tengo que exprimir a otros».
Esto viene reforzado del planteamiento materialista y racionalista, que ponen en valor lo material y lo medible. Estos principios en la actualidad llevan a que incluso en el comportamiento humano damos mucha más importancia al comportamiento calificable que a la experiencia interior. Un ejemplo de ello es la calificación a base de notas.
Estos son dos ejemplos breves de cómo se estructuran nuestras culturas para producir tanta muerte y sufrimiento.
Soñar con la cultura de la vida
Creemos que ante esto hace falta crear una nueva cultura que ponga en valor la vida.
Para dar la contraposición al ejemplo anterior. Aquí la idea de partida es generar una «sinergía de bienestares», es decir una manera de vivir en la que cuando va mejor a mi, también te ayuda a ti y vice versa. Esto lleva a poner en valor conceptos como la confianza, la colaboración, la conexión, la ayuda… todos ideas que ponen a la otra persona en un rol de complice al que necesito. A nivel práctico esto lleva a la normalización de proyectos colectivos y del cuidado del otro, ya que es fundamental para el bienestar individual.
Esto es reforzado si usamos un planteamiento que asume la complejidad de la realidad y el valor de cada vida por si mismo. Esto nos llevaría a priorizar la percepción del otro como persona humana con fortalezas, debilidades y necesidades, a base de lo que se genera una práctica que busca la relación humana y el reforzamiento personal de cada individuo.
Estos ejemplos demuestran hasta que punto cambia la práctica humana y cultural si transformamos las ideas paradigmáticas.
Por esto queremos crear cultura
Para impulsar, apoyar y reforzar esta cultura de la vida desarrollamos una variedad de lineas prácticas: formaciónes, campañas culturales, actos culturales, publicaciones teóricas y artísticas… de una manera que permita un cambio profunde de valores.